Las Enseñanzas del Dr Jaime Acosta
En 1869, un persistente ingeniero de nombre John Roebling tuvo la idea de construir un espectacular puente que conectase a Nueva York con Long Island. Sin embargo, no encontró apoyo de los expertos en construcción de puentes de todo el mundo; todos le dieron la espalda y le decían, ¿tú estás loco?, ¡No pierdas tu tiempo con eso!, ¡no es un proyecto viable!,
A pesar de todo, Roebling no desistió de su idea. Pensaba, que a pesar de las críticas, el puente sí podía hacerse. Al último que tenía para presentarle su sueño era a un ingeniero novato recién egresado de la universidad; su hijo Washington, a quien después de mucha discusión y persuasión logró convencer que el puente, podía construirse.
A los pocos meses de iniciada la obra, John Roebling murió de tétanos y su hijo Washington, le sucedió en el cargo, pero a él, la vida también le jugó una mala pasada, sufrió una enfermedad que le ocasionó un daño cerebral, lo que le significó no poder caminar, hablar o aún moverse. Parecía que todo estaba en su contra Y nuevamente surgieron las críticas “Se lo advertimos” “le dijimos que era una locura. Todos tenían un comentario negativo que hacer y. aunque había momentos de desanimó, rápidamente recobraba el ardiente deseo de terminar el puente
De repente se le ocurrió una idea. Hacer uso de la única herramienta que tenía SU DEDO, SÍ SU DEDO. Puesto que lo único que podía mover de todo su cuerpo ERA SU DEDO y pensó, bueno las cosas no es que estén del todo mal, por lo menos tengo la bendición de mover un dedo y ante la imposibilidad de hablar desarrolló con su dedo un código de comunicación con su esposa Emily. Para comunicarse, tocaba el brazo de su esposa con ese dedo, y así les explicaba a los ingenieros que hacer. Parecía tonto pero el proyecto estaba de nuevo en camino.
Por 13 largos años Washington comunicó sus instrucciones dando toquecitos con su dedo, hasta que el 24 de mayo de 1883, se logró el objetivo el puente estaba terminado a pesar de los obstáculos. Hoy, el espectacular Puente de Brooklyn se levanta con toda su gloria y esplendor como un tributo al indomable espíritu de un hombre que no se dejó derrotar por las circunstancias. Más que una gran obra de ingeniería es un monumento a la perseverancia.
Muchas personas ante el primer obstaculo se derrumban y desisten de sus objetivos o después de perder su trabajo se quedan en la queja y la lamentación que no les permite ver un mar infinito de posibilidades y reinventarse.
Me gustaría preguntarte. ¿Lograr tus objetivos implican más esfuerzo que construir el puente de Brooklyn?, ¿tu proyecto ha sido más rechazado que lo que fue rechazado el proyecto de construir el puente? ¿Te has enfrentado a una mayor adversidad que a la de los Roebling? , ¿Tienes una limitación física tan grande que solo te permita mover un dedo?… Pues el Señor Roebling, se enfrento a cosas peores que tu y logró su objetivo.
Deja de quejarte. Si te das cuenta tus limitaciones son mentales y solo tienes que cambiarla para comenzar a reconstruir tu mejor obra, TU PROPIA VIVA.
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