Las enseñanzas del Dr Jaime Acosta
Hace unos meses fui invitado a cenar en casa de mi amigo Felipe a quien cariñosamente le decimos pipe y presencie una escena que me impacto y me llevo a escribir esta reflexión.
Cuando llegué, él y su anciano padre me recibieron afectuosamente. Al sentarnos a la mesa noté cierta incomodidad de mi amigo quien miraba a su padre con recriminación de manera insistente y llegó un momento en que perdió la paciencia y lo gritó diciéndole, “papá deja de ser mal educado”, “ya nunca vas a aprender comer”, “que malos modales”, “me haces pasar vergüenza”. Ante el hecho, mire al señor y pude apreciar que tal vez nunca había aprendido a comer, pero aunque ahora quisiera hacerlo sus manos temblorosas hacían que comiera con cierta dificultad y regara la comida. El padre se levantó de la mesa muy triste y con vergüenza se retiró.
Al rato regresó con un viejo pero cuidado cuaderno con aspecto de diario, donde guardaba con esmero los principales hechos de su vida; lo cuidaba como si fuera su memoria viviente que protegía sus más preciados recuerdos del inexorable paso del tiempo, de la aparición del Alzheimer o de cualquier otra cosa que le hiciera perder su memoria. Dirigiéndose a pipe le dijo con apagada voz, lee aquí, mientras le mostraba los renglones de una hoja del diario y en la parte superior tenia una fecha de hacia más de 30 años, con su temblorosa mano, y mi amigo, más por vergüenza con migo que por convicción sorprendido lo miró y leyó, “llevo tres semanas enseñando a comer a mi amado hijo pipe, y todos los día me riega la comida pero con todo el amor del mundo todos los días la recojo y limpio sus vestidos y la mesa, a pesar de todo disfruto de sus compañía y entiendo que la cuchara es más grande que sus manitas. Sé que con un poco de paciencia lo lograremos. No cambiaría estos momentos y esta oportunidad que tengo para enseñarle y expresarle mi amor por nada del mundo. Mi amigo no pudo contenerse, lo abrazó, lloró y le pidió perdón. No lo puedo negar, yo también lloré.
Cuanto hace falta valorar el amor, los esfuerzos y la dedicación de un padre. Injustamente recuerdas más su error que su amor; olvidas que así como los tratas el día de mañana tus hijos te trataran a ti. Si todavía está vivo, estas a tiempo de por lo menos empeñarte en que los últimos años de su vida termine de escribir su historia contigo, de ti depende que siga escribiéndola lleno de amor y de bellos recuerdos o llena de dolor y desaliento.
Dr Jaime Acosta – Celular +57 3045660217
Psicología Clínica (Infantil, Adolescentes y Adultos),Terapia de Parejas, Sexología Clínica, Adicciones, Psiconeuroendocrinoinmunología, Terapia Psicosomática, Coaching, Trainer en PNL e Inteligencia Emocional, Entrenamiento Mental.