La década del noventa se conoce como la década el cerebro por la proliferación de investigaciones con respecto a este órgano. de allí surgen las neurociencias, entendidas como un conjunto de disciplinas científicas que estudian las estructuras y funciones cerebrales y de cómo sus diferentes elementos interactúan, dando lugar a las bases biológicas de la conducta y el aprendizaje. No en vano hoy se afirma que así como es imposible concebir cualquier ciencia sin una base filosófica, es igualmente inconcebible que estas se desarrollen sin hacer buen uso de todos los aportes que proporcionan las neurociencias.
La Neuroeducación es la aplicación de las bases neurofisiológicas del aprendizaje a la educación, teniendo en cuenta los diferentes modelos cerebrales de los estudiantes, con el fin de desarrollar estrategias pedagógicas que potencien sus capacidades académicas. Sin embargo, a pesar de los grandes aportes de la neuroeducación, todavía existe un divorcio entre esta y los métodos de enseñanza aprendizaje que propone el sistema educativo hoy día
La práctica docente parece estar arraigada a los mismos principios de antaño y es muy poco lo que ha evolucionado aunque nos duela reconocerlo, En las aulas, los estudiantes son tratados como productos estandarizados producidos en serie, en razón a que la práctica pedagógica no tiene en cuenta las diferentes formas en que aprende el cerebro y lanzan información académica indiscriminadamente desconociendo que ningún estudiante se presenta ante un tema o ante su profesor en un estado de desnudez psicológica y para bien o para mal tendrá prejuicios que afectan o benefician su desempeño académico.
Cuando un educador tiene en cuenta los modelos cerebrales de sus estudiantes, estos son capaces de lograr desarrollar sus potencialidades académicas y se evita el desahuciarlos académicamente y estigmatizarlos como se hace frecuentemente. La práctica docente tiene que asumir un nuevo reto que trascienda la elucubraciones teóricas y comenzar a darle un sentido científico a su quehacer si se pretende ser unos transformadores de personas y asumir el noble propósito de construir mejores ciudadanos y esto se logra teniendo en cuenta como aprende el cerebro de los estudiantes el cual es el motor de toda conducta.
Si no se introducen los aportes de la Neuroeducación al aula, estaremos condenados a seguir teniendo estudiantes desmotivados que estudian para ganar el examen y no para aprender y aumentará el fracaso y la deserción escolar y todas las consecuencias que ello genera a nivel educativo, social y académico. Tenemos dos caminos, o rompemos paradigmas y entramos en la órbita de la Neuroeducación o seguiremos con esa asignatura pendiente y apague y vámonos.
Dr Jaime Acosta – Movil +57 3045660217
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